El joven, con el mérito de no tener lorzas ni michelines que le deformen el traje, accede con inocente confianza al mundo del trabajo.
Cree que las palabras proactivo y benchmarking significa algo. Está convencido de que la sacrosanta conminación ‘sé independiente’ debe tomarse al pie de la letra, espera que sus méritos se vean reconocidos y espera… que lo quieran. ¡Ah, la juventud!
El joven es especialmente valioso porque la casa (organización o empresa) espera de él cosas contrapuestas: que se calle y que proteste, que aprenda y que proponga, que se adapte al resto y que destaque… Es un poco lo que les sucede a los niños en las familias: los padres desean que su querido retoño los respete y se les parezca, pero al mismo tiempo esperan que triunfe allí donde su madre o su padre han fracasado, dos anhelos que a menudo son absolutamente incompatibles.
¿Qué le está pasando al joven de hoy en el mercado laboral actual? Continuar leyendo «La juventud muere al entrar en las empresas»