¿Suerte o justicia?

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Hoy voy a intentar enlazar dos aspectos de las relaciones humanas desde la optica personal y la de ser miembro de las organizaciones. Para ello me ha inspirado de nuevo mi amiga Begona tras una conversación virtual muy enriquecedora que hemos tenido el fin de semana. Y para poneros en situación voy a relataros una pequeña historia.

Allá por primeros de los noventa, cuando estaba comenzando mis estudios universitarios, tenia un conocido en la facultad con el que empecé a relacionarme bastante. De familia ‘bien’ como se decía antes, hoy se diría con mucho ‘Networking’, me resultaba chocante la ligereza con la que se tomaba la carrera. No es que diga que yo era el estudiante modelo, pero mis esfuerzos hacía, frente a la actictud más bien dejada de mi ‘amigo’.

En cierta ocasión teníamos un parcial, para el cual había que preparar unos 20 temas, cosa que realmente a mi me costó muchísimo esfuerzo. El día del examen nos sentamos juntos y me comentó que el había mirado sólo 5 temas, cosa que no me extrañaba. Mis palabras fueron ‘Que Dios reparta suerte’, a lo que me contestó: ‘Eso, que Dios reparta suerte y no justicia’ «.

Cuestión de perseverancia

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Según la Real Academia Española, se define como perseverancia a la ‘Constancia en la virtud y en mantener la gracia hasta la muerte’. Yo diría que es un tanto poético y exagerado.

Siempre es una palabra a la que todos nos ha gustado recurrir para atribuirle connotaciones positivas y sobre todo de consecución de lo que une persigue en cualquier ámbito de la vida.

Perseverar es continuar en el empeño de conseguir algo que por el momento no hemos podido alcanzar. Y desde mi punto de vista es la hermana siamesa de la motivación. Una sin la otra no podrían existir.

Y es que motivación es el estado de ánimo que nos hace realizar algo para intentar cumplir unas expectativas. Es una sensación interna que nos mueve a alcanzar una meta. Pero si en el intento no lo conseguimos a la primera, la perseverancia entra en juego. El no cejar en el intento, el repetir las cosas hasta conseguir nuestras metas necesita de un grado de motivación y un espíritu para perseverar en ello.

Y lo que esta claro es que no perseveras en algo en lo que has fallado si no estás motivado para ello.

Son lo que se podría decir necesarias una de la otra. Motivación sin perseverancia no conduce a nada y a la vez nadie perseverasi no no encuentra el motivo que le haga repetir lo hecho inicialmente hasta conseguir el objetivo.

Reflexiones : «De todo tiene que haber en la Viña del Señor» (5)

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Para empezar con mi reflexión humorística de verano, sobre «De todo tiene que haber en la Viña del Señor», aclararos que se orienta sobre todo a las diferentes formas que tenemos los humanos de afrontar los problemas, de los diferentes individuos a los que nos podremos encontrar en la vida y la singularidad de cada uno de ellos.

En los tiempos que corren, cada uno tiende a ser más individualista y es que las cosas o mejor dicho la globalización obligan a ello. Abstraerse en muchos temas es necesario para poder ver las cosas con perspectiva.

El «ser» positivo (Optimismo)

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Ser positivo implica cultivar las relaciones con las demás personas, ser amistoso y abierto a las interacciones con los otros y hacerlo de manera habitual, como norma de conducta.

Utilizar la sonrisa es algo que todo el mundo debería incorporar a su forma de ser, a su conducta; cuesta poco, es algo que nos hace sentir bien, mejora las relaciones sociales y redunda en nuestro propio beneficio.

Utilizamos el pensamiento positivo cuando preferimos ver el lado bueno de las cosas en cualquier situación; cuando vemos el vaso medio lleno, en lugar de medio vacío; cuando no permitimos que el fatalismo entre en nuestras vidas y cuando elegimos ser optimistas en lugar de pesimistas.

Indudablemente es mejor opción preferir ser feliz a ser desdichado, aunque en muchas ocasiones, consciente o inconscientemente, elegimos lo segundo.

Solo os quiero dar un mensaje con este ost: «quien es el que decide ser positivo o negativo».

Tras esta historia espero que os quede claro:

«Ricardo está muy preocupado porque piensa que sus compañeros de trabajo se ríen a sus espaldas y piensan que es muy torpe. Saber que piensan así de él le hace sentirse triste y desdichado. Ciertamente, si Ricardo no supiera lo que sus compañeros piensan y desconociera que se ríen de él no se sentiría triste y desdichado, ya que al no saberlo no se sentiría afectado por ello. Siguiendo esta lógica, observamos que no es lo que los compañeros de Ricardo piensan o hacen lo que le hace sentirse desdichado; Ricardo se siente mal porque SABE lo que sus compañeros piensan de él y SABE que se ríen de él. Así que no son los pensamientos de sus compañeros los que hacen que Ricardo se sienta desdichado, lo que le hace sentirse tan mal a Ricardo es lo que él mismo PIENSA sobre lo que piensan y hacen sus compañeros: Es Ricardo y no sus compañeros el causante de sus desdichas. Ricardo no está pensando correctamente, ya que sus pensamientos le hacen daño».

Ser positivos y proactivos.

Contra el estrés, pensamiento positivo.

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Contra el estrés, pensamiento positivo.

No podemos influir en la mayoría de las situaciones externas que nos ocurren a diario, pero sí podemos aprender a enfrentarnos a ellas de forma diferente, con “pensamiento positivo”.

Los estudios han demostrado que las personas que mejor resisten el estrés presentan un rasgo común: el optimismo. Pero ¿cómo convertirnos en personas optimistas? A continuación contamos seis estrategias que nos ayudarán a ser más optimistas:

1.Reconocer el pensamiento negativo: Hay personas que tienden a fijarse únicamente en los aspectos negativos, reales o no, de cada situación. Las situaciones estresantes que se mantienen en el tiempo aumentan la tendencia de las personas a focalizarse en los aspectos negativos. Hay que hacer un esfuerzo consciente por analizar si nos estamos concentrando sólo en lo malo.

2.Y evitarlo… En el momento en que nos descubrimos dando vueltas a una imagen negativa debemos actuar: detener nuestro pensamiento y racionalizar si todo lo que nos hemos dicho es real o fruto de la tendencia a verlo todo negro. Evitaremos pensar en términos de “todo o nada”. El hecho de que en un momento concreto algo no haya salido como esperábamos, no significa que siempre, todo, vaya a salir mal.

3.La imaginación al poder. Ante una situación que previsiblemente podrá causarnos estrés, debemos anticiparnos mentalmente e imaginarnos saliendo airosos de ella. En el caso de nuestro empleado, debería hacer ejercicios visualizando todos los pasos que debe dar para realizar una exposición en público y ver mentalmente cómo supera triunfante cada uno de esos pasos. Inconscientemente las personas estamos siempre imaginando cómo será nuestro desempeño en situaciones nuevas, pero muchas veces, hasta en el pensamiento, nos imaginamos fracasando en el intento.

4.Resaltar lo positivo. La mejor manera de hacerlo es por escrito. Una lista con todo lo bueno y otra con lo malo. Se trata de ayudarnos a reflexionar acerca de los cambios que necesitamos realizar en nuestra vida. En situaciones de estrés, tendremos que hacer un esfuerzo para encontrar los aspectos positivos. La propia situación en la que nos encontramos nos impide ver cosas positivas a nuestro alrededor. Ante el estrés tendemos a generalizar lo malo a todas las áreas de la vida.

5. Aprender a valorarnos mejor a nosotros mismos. Quienes desde niños se han sentido valorados incondicionalmente por sus padres o por personas próximas, en general, son más optimistas. Nunca es tarde para que actuemos igual con nosotros mismos. Debemos aprender a ser más indulgentes con nuestros propios errores y buscar lo positivo también en nuestra conducta.

6.El método Coué. Este psicoterapeuta francés desarrolló la estrategia de la autosugestión que consiste en repetirnos diariamente frases positivas acerca de nosotros mismos: “soy una persona valiosa”, “no me rindo ante las dificultades”, “puedo lograrlo”, etc.