Primero analizar y luego opinar

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Todos los hombres son iguales», debe de ser una de las frases favoritas en las reuniones de mujeres cuando hablan de sus maridos.

En el mundo de las organizaciones también existen sus tópicos: «El jefe llega a ser jefe por ser como es y haber hecho la pelota», «El trabajador de por sí, es vago», «Si un compañero te puede pisar para ascender, lo hará»,…. Son ideas que ya están enraizadas en la cultura organizacional y en el mundo laboral que puede que sean en ocasiones verdad y en otras ocasiones no, pero que se han estandarizado y se han introducido en la indiosincrasia del mundo empresarial.

Como dijo Stephen Covey, se convierten en «paradigmas» o «barreras mentales» que debemos de destruir. Un jefe por definición no puede ser bueno, ni un empleado puede ser trabajador. Ni más ni menos estamos hablando de nuestro gran amigo «el prejuicio».

Etimológicamente prejuicio viene del Latín praejudicium que significa «juzgado de antemano», ¿y qué es algo juzgado de antemano que mas se puede definir como tal que las creencias o estereotipos?.

Los prejuicios: algo a eliminar

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Prejuicio (del Lat. praejudicium = juzgado de antemano) es, como lo dice su nombre, el proceso de «pre-juzgar» algo. En general implica llegar a un juicio sobre el objeto antes de determinar la preponderancia de la evidencia, o la formación de un juicio sin experiencia directa o real.

El prejuicio surge por conveniencia, para discriminar, descartar o dominar a otras personas o aceptarlas preferentemente, sin tener remordimientos y sin pararse a pensar si eso es bueno o malo, o si es una opinión objetiva o subjetiva.

Es una de los peores males que puede encontrarse una sociedad que se dice moderna. La discriminacion por prejuicios de cualquier tipo, atenta contra la tolerancia y sobre todo contra las libertades de cada individuo.

Si una sociedad quiere progresar, debe de expulsar los prejuicios de su funcionamiento. Son meramente un estorbo que entorpece el desarrollo de los indivduos que la componen.

Os dejo esta historia que siemre me ha gustado:

En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa. La mesera puso un vaso de agua en frente de él. “¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con almendras?” pregunto el niño. “Cincuenta centavos”, respondió la mesera. El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas. “¿Cuánto cuesta un helado solo?”, volvió a preguntar.

Algunas personas estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente. “Treinta y cinco centavos”, dijo ella bruscamente. El niño volvió a contar las monedas. “Quiero el helado solo”, dijo el niño. La mesera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue.

El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio. Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos… su propina.

Jamás juzgues a alguien antes de tiempo