Nuestro amigo Andrés Pérez Ortega (Marca Propia) he realizado hoy un artíclo en el Expansión titulado 'Pequeños dictadores virtuales'.
Y hace una reflexión acerca de si en la vida real, la figura de los dictadores ha estado siempre`presente, ¿por qué no iba a ser lo mismo en el mundo 2.0.
Como siempre, mostramos un aprecio especial por nuestro amigo y consideramos que es digno de ser leído por lo cual os lo dejamos a continuación:
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En los documentales sobre las dictaduras del siglo XX siempre surge una pregunta: ¿Cómo es posible que gente civilizada cometiese tantas atrocidades? Parece que cuando tenemos algo de poder no dudamos en utilizarlo. Ya se sabe: «Si quieres conocer a fulanillo dale un carguillo».
Internet se ha convertido en una fuente de poder, aunque sea ficticio. En cuanto surge una nueva herramienta, muchos se transforman en legisladores aficionados. Las redes sociales son un excelente caldo de cultivo para la aparición de telepredicadores que establecen lo que está bien y lo que está mal.
En la Red proliferan personas que no han conseguido imponer su criterio ni a los compañeros de guardería, pero pretenden enseñar cómo dirigir una multinacional. Encuentras “expertos” en comunicación que parecen autistas cuando te los encuentras cara a cara. Individuos que se han pasado la vida pegados a la pantalla dividen a las personas en función del número de amigos en Facebook o Twitter. En dospuntocerolandia existen innumerables listas que convierten a las personas en estereotipos. En lugar de fomentar la diversidad y la singularidad, existe una obsesión por etiquetar a todo el mundo. Por separar a los “buenos” de los “malos” siguiendo unos criterios discutibles.
Cuando algunos de esos dictadorzuelos adquiere cierta relevancia virtual, sus paranoias se convierten en norma y son aceptadas y defendidas por una multitud que no las discute. Quienes pretenden dar una opinión distinta o una visión más objetiva son descartados y descalificados. La historia nos ha enseñado que lo mayoritario no es siempre lo correcto. Internet es el medio de los grandes números y quizá puede llevarnos a cometer, de nuevo, grandes atrocidades.
Fuente Expansión