Pero, ¿qué carallo es eso del talento? (con perdón)

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talento, gestión del talento, retener el talento, organizaciones, respeto
Este título viene de una anecdota de mi infancia que me va a valer para contextualizar este post.

Cuando era pequeñito, como dice la canción, hice las pruebas para un equipo de futbol (el Depor) y casualmente las pasé. El ‘mister’ le dijo a mi padre: ‘es que su hijo tiene talento’, a lo que mi padre le contestó: ‘¿qué carallo es eso del talento?’.

La percepción que tenía el reclutador de lo que era ‘el talento’ no coincidía con la que tenía mi familia. El creía que vadría para el futbol, mientras que los mios creían que el talento iba más en la dirección de cursar unos estudios y adquirir una formación que me valiese de algo en la vida. ¡¡Se equivocaban!! Mejor era el talento del futbol ya que de haberlo desarrollado no os estaría ahora soltando este rollo y viviría como un ‘general’.

Y esta historia me da pie a desarrollar este tema: ¿pero qué es el talento realmente? Respuesta : ‘Depende’ (como no podía ser de otra forma la respuesta).

Si la respuesta es compleja, ya no digamos los temas de ‘gestión del talento’, ‘retener el talento’, ‘motivar el talento’,…, que tan de moda están en el management de RRHH hoy en día.

Capacidad de entrega y sacrificio: «El compromiso»

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Hoy me he acordado de una historia que me contaron una vez y que me dejó realmente impresionado, en la que se demostraba en su expresión máxima lo que es la capacidad de entrega y el sacrificio. No se si sería verdad o no, o bien que al ser un niño el protagonista, las cosas se ven de distinta manera.

No obstante, es un claro reflejo de la entrega altruista hacia los demás.

Hace muchos años, trabajaba un voluntario en un Hospital de Stanford y había una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Dudó por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: “Si, lo haré, si eso salva a Liz.”

Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: “¿A qué hora empezaré a morirme?

Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aun así se la daba.

Me acuerdo que cuando me la contaron me quedé ciertamente perplejo.

Diréis porque me he acordado de esta historia.

Se debe a que hoy lei un articulo en la prensa escrita en el que hablaban del «talento y el compromiso dentro de las organizaciones». Y me hice la siguiente pregunta: ¿Cuántos de vosotros actuarías como ese niño si vuestra organización os lo pidiera (salvando lógicamente las distancias)?

¿Es esa la diferencia entre involucración y compromiso?

Como todos los artículos actuales, hablaba de la motivación y de como conservar el talento dentro de las organizaciones, es decir, de lo que se debía de hacer para retener el talento.

Pero también como siempre utlimamente discrepo del artículo. Se sigue tratando al empleado talentoso como algo a retener. Y cuando digo algo, es como me gusta decir, «un recurso», no un humano.

Lo que comentaba el artículo era el hecho de que por el bien de las organizaciones, se debería de conservar el talento. Pero en ningún momento se haciá referencia a las necesidades humanas del empleado. No se contemplaba el hechos de que a lo mejor el empleado la única forma que tenía de realizarse y motivarse era marchándose de esa organización. Se vuelve a la misma historia actual de si somos humanos o somos recursos.

Hoy me he acordado de una historia que me contaron una vez y que me dejó realmente impresionado, en la que se demostraba en su expresión máxima lo que es la capacidad de entrega y el sacrificio. No se si sería verdad o no, o bien que al ser un niño el protagonista, las cosas se ven de distinta manera.

No obstante, es un claro reflejo de la entrega altruista hacia los demás.

Hace muchos años, trabajaba un voluntario en un Hospital de Stanford y había una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Dudó por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: “Si, lo haré, si eso salva a Liz.”

Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: “¿A qué hora empezaré a morirme?

Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aun así se la daba.

Me acuerdo que cuando me la contaron me quedé ciertamente perplejo.

Diréis porque me he acordado de esta historia.

Se debe a que hoy lei un articulo en la prensa escrita en el que hablaban del «talento y el compromiso dentro de las organizaciones». Y me hice la siguiente pregunta: ¿Cuántos de vosotros actuarías como ese niño si vuestra organización os lo pidiera (salvando lógicamente las distancias)?

¿Es esa la diferencia entre involucración y compromiso?

Como todos los artículos actuales, hablaba de la motivación y de como conservar el talento dentro de las organizaciones, es decir, de lo que se debía de hacer para retener el talento.

Pero también como siempre utlimamente discrepo del artículo. Se sigue tratando al empleado talentoso como algo a retener. Y cuando digo algo, es como me gusta decir, «un recurso», no un humano.

Lo que comentaba el artículo era el hecho de que por el bien de las organizaciones, se debería de conservar el talento. Pero en ningún momento se haciá referencia a las necesidades humanas del empleado. No se contemplaba el hechos de que a lo mejor el empleado la única forma que tenía de realizarse y motivarse era marchándose de esa organización. Se vuelve a la misma historia actual de si somos humanos o somos recursos.

La sensación del artículo volvía a ser de que parece que somos recursos y no humanos. Por lo tanto mientras nos sigan viendo así, dudo mucho que se alcance el compromiso de los empleados que tanto desean sus organizaciones.

Señores eruditos en el management, ¡¡olvídense por un solo momento de las organizaciones y acuérdense de las personas, porque en definitiva las personas son las que hacen que las organizaciones funcionen!!.