‘Año nuevo, vida nueva’, es lo que reza el dicho. Para quien está en mala situación en el deposita esperanzas. Pero para quien está en buena situación lo de ‘que me quede como estoy’ es lo que prima.
Unos son más propensos al cambio porque puede suponer oportunidades de mejora, pero otros son menos dispuestos a estos ya que representan más obstáculos que oportunidades en si mismas.
Y es que todos tenemos una posición determinada que hace que nos enfrentemos a los cambios de formas diversas, con actitudes muy diferentes según sea nuestra posición inicial.
Lo cierto es que la actitud es fundamental, ya que hay quien se crece frente a los cambios viendo enormes oportunidades y se lanza y arriesga y quien se escuda en posibles problemas para resistirse a los mismos.
El primero se inspira en la frescura de lo novedoso para abrazar nuevas experiencias. El segundo busca la estabilidad, introduzca las nuevas situaciones con cuidado y coloque obstáculos antes de que la más mínima mención de algo diferente.
¿Hay solo estas dos tipologías de actitudes ante los cambios? Yo creo que sí, ya que hay quien no teme a los cambios pero no quiere correr ningún riesgo.
Aún así he intentado analizar que razones podemos tener cualquiera para ser reacios al cambio. He encontrado muchas pero me he quedado con las que creo que pueden ser las 5 razones de mayor peso para oponernos a los cambios que nos vienen encima.
¿Por qué nos resistimos al cambio?
1. La tranquilidad se acabará y el estrés se disparará
Quien ya ha conseguido convertir en rutina su trabajo diario, la sencillez en las tareas de su día a día es reconfortante. El saber que se puede completar fácilmente las tareas a tiempo, dentro del presupuesto y según las especificaciones le da confianza.
Los cambios traen la complejidad a su trabajo, se rompe la rutina adquirida. Se estresa de como cambiar y si esto romperá definitivamente su zona de confort.
2. Afrontar el cambio significa admitir los errores del pasado
Suele pasar que psicológicamente el aceptar el cambio implica el hecho de que algo se estaba haciendo mal hasta ahora. Esto hace que mucha gente sea reacia a cambiar por el hecho de no perder su ‘status’ de buen trabajador y eficiente.
Para evitar eso lo importante es ver los cambios como algo debido a los avances tecnológicos, a la aparición de nuevos segmentos de mercado o por otros motivos no vinculados con lo que hacía hasta ahora.
3. Los fracasos no son ocasiones para el aprendizaje
Si el cambio implica fracasar en algo, el desconocimiento hará que este parezca mayor por la situación de comprender los factores que influyen en el éxito. Los cambios pueden dar resultados positivos o negativos sin saber el por qué. Pero los negtivos frustrarán más.
Para evitar esto, sse ebe ver el fracaso como la única forma de aprender de los errores.
Dar la capacidad de aprender acciones potencialmente peligrosas debería de hacer sentirnos más cómodos con el cambio y la confianza en nuestra capacidad de corregir errores y seguir adelante.
4. Los éxitos pueden conducir a situaciones impredecibles
Frente al punto anterior, está el aspecto contrario. Queremos hacer un cambio positivo pero nos mostramos reacios a poner en práctica nuevas ideas. Los efectos secundarios del cambio puede implicar el manejo de situaciones que no entendamos, consecuencias que no sabríamos controlar.
Investigar, identificar e implementar las mejores prácticas para hacer frente a estas situaciones, minimizará la incertidumbre derivada del éxito del cambio y permitirá afrontar el cambio con mayor positividad. Conocer las potenciales consecuencias del éxito asegura que podamos manejar los problemas con rapidez.
5. Preservar las relaciones personales en el trabajo
Muchas veces priman las relaciones personales y humanas sobre el resto. Por eso el poder perjudicar las relaciones con cualquier miembro de la organización con el que se lleva uno perfectamente como fruto de los nuevos cambios, hace que a veces nos resistamos a los mismos.