Hace ya unos cuantos días que llevo dándole vueltas al tema de la ética profesional. Creo que es algo de lo que muchas personas carecen hoy en día, independientemente del puesto que ocupen.
¿Vale todo para conseguir los que os proponéis? Yo lo tengo muy claro; mi respuesta es un rotundo no y ahora paso a explicar mis razones.
En esta vida, debemos tener unos principios y valores que se reflejen en todo lo que hacemos y contra los que no se puede ir porque supondría traicionar a la buena persona y al buen profesional que todos llevamos dentro. Está claro que en la sociedad actual debemos ser competitivos para llegar a la meta, siempre y cuando, para conseguirlo, no tengamos que usar tácticas y herramientas poco limpias. Cada uno tiene que llegar a donde le corresponde por su valía, competencias, esfuerzo y trayectoria.
El problema principal suele venir de las cúpulas directivas de las organizaciones, que lanzan mensajes en sus discursos muy rimbombantes del tipo “En esta compañía, lo que priman son las personas y su talento”, “El café para todos ya no vale”, “El compromiso y la productividad de cada uno es lo que prima en esta empresa”, “Todas las personas tienen el mismo trato independientemente del puesto que ocupen”, etc. Después, en muchas ocasiones, esto no se corresponde con las acciones que acometen. No basta con lanzar mensajes bonitos sino que uno debe creérselos y ponerlos en marcha, siendo el abanderado que da ejemplo. No se puede pedir flexibilidad a los trabajadores cuando la empresa es totalmente inflexible con las necesidades de sus trabajadores. Debe de existir un equilibrio en el que ambas partes se adapten y ayuden cuando sea preciso.
Cuando más arriba se está en el escalafón, menos se pone uno en el lugar de los demás y se piensa que siempre se tiene la razón por ser quien es. Que un subordinado osa llevaros la contraria, propone alternativas donde vosotros no las veis, en vez de tener visión global y abierta, os comportáis de una forma propia de las monarquías absolutistas de antaño y gritáis la frase interna de “Que le corten la cabeza”; teniéndolo fuera de la empresa os creéis que todo solucionado. Luego veis que pasan las semanas y meses sin que nada mejore, por supuesto, la culpa la siguen teniendo los demás. Sin daros cuenta que quizás el problema está en vosotros mismos.
No debéis olvidar que cada uno queda por lo que hace y no por lo que dice para dar una imagen idílica. Esa imagen puede mantenerse, pero son los resultados los que hablarán a medio plazo.
Todas las personas son importantes y debéis demostrarlo día a día para que los frutos se vean con el paso del tiempo.
Es cuestión de que uséis la ética y la coherencia profesional de cara a vuestras actuaciones. Por ejemplo, no podéis pretender que vuestras personas se involucren cuando hace cuatro días habéis despedido a compañeros suyos sin dar ninguna explicación o les habéis recortado determinados derechos sin contar con su opinión. También determinadas empresas se quejan de que sus trabajadores no aportan ideas, ni tienen iniciativa y quizás se olvidan el preguntarse ¿hemos llevado a cabo las acciones y pasos necesarios para ello? Porque esta claro que si vendéis esa idea con palabras y después en el momento que alguien toma la iniciativa y fracasa se le reprende de forma ejemplar para que el resto aprendan. Y claro con ese comportamiento de la alta dirección ¿Vosotros propondríais ideas y las pondríais en marcha?
Las cosas pasan por algo y, normalmente, tienen su lógica y debemos querer verlas para que se les pueda poner remedio. La flexibilidad tiene que partir, en primer lugar, de las organizaciones que las dirigen las personas.
Los principios y la ética de una compañía se comprueban en los momentos difíciles, cuando es necesario demostrar lo que realmente les importa. Algunas empresas se sorprenden que sus clientes no estén contentos y lo único que hacen es quejarse y no investigar qué se puede deber. Quizás deberían preguntarse ¿están contentos los trabajadores? ¿Nos preocupamos de escucharlos? Porque lo que está claro es que si vuestras plantillas no están contentas, no involucradas con su trabajo, es algo que se transmite a los demás, independientemente de que tengan culpa o no. Uno, por ejemplo, no atiende con la misma motivación el teléfono si está a gusto en su trabajo que si está quemado porque no se tienen en cuenta sus necesidades y sus expectativas.
No es ético el no ver más allá de los problemas de uno mismo y pasar olímpicamente de los demás. Uno tiene que ponerse en el lugar de la otra parte para intentar comprender su punto de vista. Y no podéis pretender tratar a los demás como no os gustaría que os tratasen a vosotros. El hacer lo correcto o lo incorrecto depende exclusivamente de uno mismo.
El que no tiene la conciencia tranquila es por algo y, al final, cada uno recoge lo que se merece. La ética supone pensar más en plural y menos en singular. Igualmente requiere tener como principales bastiones de rumbo la objetividad, la humildad, el sentido común y la sinceridad. De la misma forma, es preciso que pensemos más sobre nuestras acciones y que tengamos capacidad de autocrítica con respecto a nuestros comportamientos.
Y para finalizar, me gustaría plantear dos cuestiones ¿Qué es para ti la ética? Y ¿siempre has actuado con ética profesional?
Autor: Juan Martinez
¿Siempre has actuado con ética profesional? http://bit.ly/dFjGdA @osierra50 @prospectador @observatoriocol @Paisa7 @analizandoando
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