El coach profesional, del tipo que sea, tiene malos días como todo el mundo. Sin embargo, a diferencia de otras profesiones, un mal día de nuestro coach puede significar un gran problema para el cliente, una sesión perdida o poco provechosa y desde luego una mala imagen de cara a futuras recomendaciones. Si nuestra mente esta llena de preocupaciones personales, el mantener la escucha activa se hace complicado, ya que nuestra mente tiene tendencia a divagar si no encontramos la fuerza y la energía para centrarnos.
Puesto que los malos días por si mismos no pueden ser del todo evitados, si que el coach debe aprender a controlar como estos influencian su estado de animo. Saber dejar de lado las preocupaciones en el momento de entrar a la sesión es muy importante, concentrarnos en el cliente y focalizar nuestra atención en llevar la conversación de forma productiva tal como lo haríamos en cualquiera de esos otros momentos en los cuales nos encontramos fantásticamente.
Para aquellos que realicéis alguna técnica de relajación, meditación o introspección, quedarse a solas 15 minutos antes del inicio de la sesión con el cliente y relajarnos es un método ideal para afrontar el reto de ayudar al cliente con todas las garantías. No se trata de enterrar bajo tierra nuestras preocupaciones, sino de no dejar que interfieran con nuestro trabajo.
El coach siempre proporciona una visión positiva y orientada a soluciones de cualquier situación, así que lo mejor es empezar por aplicarnos a nosotros mismos esta filosofía, ¿no?
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