Me vale este título hoy por dos motivos. El primero para expresar el pésame por el fallecimiento ayer de Don Constantino Romero que dirigió el ya mítico programa de televisión ‘El tiempo es oro’, además de sus doblajes ya de múltiples personajes de cine. DEP.
Pero el segundo motivo con este título es al dicho que mucha gente dice que ‘el tiempo es oro’ para hacer referencia a que hay que aprovecharlo al máximo. Y siento decir que están en un gran error, porque el tiempo no es oro. Éste tiene un valor que le damos nosotros, pero el tiempo perdido es invalorable. El tiempo pasado o perdido ni volverá ni es posible de valorar y menos el poder saber que podríamos haber hecho de utilizarlo correctamente.
Nuestras organizaciones y nuestra sociedad se han convertido en continuos lamentos del dicho ‘el tiempo es oro’. Pero siento decir que de lamentos no se vive.
En una entrevista concedida ayer a La Vanguardia, Zapatero afirma que siempre plantó cara a la crisis y lamenta que por culpa de esta se hayan perdido derechos sociales adquiridos. Lo primero es mentira y lo segundo tenía fácil solución en su momento: negarse a recortarlos.
He llegado ya a una situación mental en la que cuando oigo lamentos de la gente sobre lo que pudo ser y no fue me producen estados de enojo y ansiedad considerables y uno esto con lo dicho en el post anterior a que somos un país que nunca aprendemos a la primera.
Si reconocemos eso, que somos un país que tropieza dos veces en la misma piedra y luego para colmo volvemos atrás a darle una patada (como dejó el otro día un amigo en un comentario), y admitimos que estamos cansados de los ‘y si fuese…’ , ‘y si hubiera…’,…., digo yo que será el momento de empezar a actuar de otra forma visto lo negro que nos ha ido hasta ahora.
Lo peor es que ahora nuestras expectativas de futuro son también de ese color: ‘y si este o aquel partido gana las elecciones…’ ,’y si este o aquel personaje irá a la cárcel…’, ‘y si este o aquel banco quiebra….’. Hemos perdido totalmente el control del tiempo, de nuestro tiempo. Estamos a la deriva en el océano esperando que el oleaje no nos hunda y con suerte nos pueda acercar a tierra firme. Y perder el tiempo no tiene precio, no nos equivoquemos, no es que valga más que el oro, es que no tiene valor vuelvo a repetir.
Con esto no indico que para no perder el tiempo tomemos medidas desesperadas como es la de emprender un negocio como alternativa al paro, porque cuatro políticos ‘lamelibranquios’ quieren recaudar más dinero para seguir viviendo muy bien. No es eso. En esta vida todo tiene un término medio. Ni quedarse parado esperando que nos llamen del INEM (imposible), ni a los dos días de quedarse en el paro montar un negocio que a todas luces irá a la quiebra.
Por desgracia en esta sociedad y en nuestras organizaciones, los consejos que se dan van con intenciones ocultas. No es que se den por el bien de quien los recibe, sino que son dados para mejorar en algo al que los da. Encontrar a alguien que de un consejo sincero hoy en día es bastante improbable porque, además de que lo tachen de tonto, corre el riesgo a que en el futuro le echen las culpas por algo que dijo. Por eso creo que mucha gente no opina ni aconseja cuando son personas ideales para ello.
Estamos en el punto donde el pensar se debe de acabar ya que tanto cerebro pensante nos ha dejado como estamos. Estamos en el momento decisivo del partido donde debemos elegir si vamos a buscar la victoria o nos conformamos con el empate con el consiguiente riesgo de perderlo. Pero lo que no quiero oir después son lamentos del ‘y si…’. Ya no hay tiempo para lamentos.
Cada uno es libre de tomar sus decisiones y de cómo actuar, pero pocos son los que levantarán la mano si se les preguntan si están contentos con todo lo que han realizado hasta ahora aunque reconozcan que no están del todo mal. Entonces, sabiendo que en todo lo que hacemos no acertaremos siempre, ¿por qué no actuamos de una vez y dejamos de perder el tiempo? Estamos esperando a actuar minimizando el riesgo de error y eso en si mismo es el error. Ese tiempo perdido no volverá.
¡Tu decides, actúa o muere!
Autor: Jose Luís Del Campo Villares