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Hoy creo que me he dado cuenta de una posible nueva clasificación aplicada al mundo laboral que reconozco que me ha gustado mucho.
Se trata de separar a los individuos en dos tipos: los que disfutan del proceso o los que disfrutan del resultado.
Los que disfrutan con el proceso
Si disfrutas con lo que haces, independientemente del resultado que obtengas; estás acostumbrado a analizar todos los puntos de vista posibles en lo que acometes; siempre estás buscando nuevas ideas para mejorar lo que haces; eres inconformista con la forma en que trabajas; en definitiva que te preocupas más de los procedimientos que de los resultados obtenidos, que las cosas se intenten hacer siempre mejor y del modo más eficiente posible, qu no te queda duda de que eres una persona que disfruta con lo que hace, con el proceso, sea cual sea el resultado final obtenido.
Los que disfrutan con el resultado
De lo contrario, si sólo buscas la obtención del resultado marcado desde el inicio; te da igual la mejora de los procesos y hacer las cosas de un modo más eficiente; te obsesiona más el fin que los medios; eres de los que te gusta no opinar hasta ver el producto final; consideras que el proceso es un mero paso para conseguir tu objetivo; está también claro que eres de los que disfrutan con los resultados.
La pregunta del millón sería, ¿cuál es mejor de las dos posturas?
Ambas tienen sus pros y sus contras.
Así la primera, representa la figura de alguien inconformista con lo que hace, que siempre está dándole vueltas a la cabeza para conseguir mejoras en lo que acomete y fruto de estas preocupaciones constantes, se consiguen importantes mejoras en las tareas que representan muchas veces el progreso. Si algien alguna vez no se fijase en los procedimientos no se hubiesen descubierto cosas como «las cadenas de montaje».
No obstante, un exceso de preocupación por «las formas» puede llevar aparejado una pérdida de visión del objetivo final, con lo cual, en el mundo tan competitivo como el actual podrían suponer o bien una pérdida de tiempo muy difícil de valorar o bien incluso, llegado al caso extremo el finiquito de un proyecto.
Mientras tanto, la segunda, da la imagen de una figura práctica. Alguien enfocado realmente hacia los resultados, una persona eminentemente finalista. Le obsesiona la consecución de los objetivos marcados antes de empezar sus tareas. Esto, en su lado positivo, significa la personalidad de alguien que le gusta llegar lo antes posible a lo encargado. Es una persona que en el mundo actual, se adapta con rapidez a los cambios rápidos del entorno. Muchos lo identificarián como una persona competitiva.
También tiene sus inconvenientes. La obsesión por el fin, hace que se descuiden muchas veces los medios utilizados para intentar conseguirlos. Descuidos en los procesos pueden llevar aparejadas pérdidas de tiempo innecesarias. Incluso puden derivar en conductas durante los procesos que bordeen lo éticamente correcto. Llevado al caso extremo, sería como el pensamiento de Maquiavelo: «El fin justifica los medios».
Las preguntas del millón serían entonces: ¿qué prefieres ser tú? y ¿con quién prefieres contar en tu equipo de trabajo?
Las respuestas dependen de la actividad que desarrolles, del equipo en el que te encuentras, de la firma para la que trabajes y también, como no, del tipo de líder que tengas.
A la primera pregunta, creo que a todos nos gustaría decir que un fifty-fifity sería lo ideal. Conseguir siempre nuestros resultados disfrutando y mejorando los procesos empleados para ello. En la práctica, cada uno de nosotros tenemos más hacia una tendencia u hacia otra. Pero comprendemos que si no disfrutamos en lo que hacemos, tampoco vamos a disfrutar de los resultados que conseguimos de ello y viceversa.
La segunda es más compleja la respuesta. Pero probablemente la respuesta más común sería la de que en tu equipo te gustaría contar con los dos perfiles profesionales, los que disfrutan con los procesos y su mejora continua, y con los que se obsesionan por los objetivos como fin último de lo que hay que hacer. Es por eso, que el tener un grupo heterogéneo, con formas de trabajar tan distintas y expectativas laborales distintas en lo que hacen, necesita de tener una figura de un líder en «strictu senso«.
Aquel que se dedique a fomentar los talentos de cada miembro en aras a la consecución de buen fin del grupo, anteponiendo en ocasiones los procedimientos a los fines y en otras , los objetivos finales a los procesos, es el que mejor podrá desarrolar su liderazgo en el grupo.
En mi modesta opinión, siempre sería aconsejable tener en el equipo las dos posturas y que sea el líder el que las sepa aprovechar en cada momento. Eso sí, ser necesario tener un líder adecuado. pero eso ya es «harina de otro costal».
Estoy de acuerdo contigo en que es mejor tener las dos posturas y debe haber alguien o algo que sepa privilegiar una postura sobre la otra dependiendo de la situación.
En cuanto a la postura que prefiero, la verdad creo que debe ser como todo en la vida, moderado, así que mi respuesta es ni la una ni la otra sino una combinación de ambas aunque debo admitir que yo soy de las que se inclina más por disfrutar el camino siempre, asi sea a última hora XD, estoy muy pendiente de que se haga lo que se tiene que hacer cuando debe hacerse.
Si que es bueno el simil futbolístico, si señor.
«O xogo precioso o o xogo efectivo».
Las dos facetas son necesarias si no quieres acabar «quemando» a tu entorno.
Yo creo que hay radica uno de los puntos del éxito de un lider en una organización, el saber adecuarse a las circunstacias con los medios de los que dispone.
Un saludo amigo
Hola José Luis,
El mundo perfecto se consigue conociendo sus imperfecciones y sacándoles partido.
Un buen líder sabrá apreciar los puntos fuertes de su equipo y coseguirá alcanzar un equilibrio teniendo en él «lo mejor de cada casa».
Yo soy más de las que disfrutan el camino, aunque reconozco que eso es lo que me provoca algún disgustillo de vez en cuando. Pero bueno, siempre me repito que: «Si lo ves en tu mente, lo tendrás en tu mano».
Un abrazo grande. Patricia
Preciosa reflexión y no menos divina la forma de pensar amiga Patricia.
La conjunción de todos los aspectos se hace difícil y es sabido que nunca se consigue a la perfección, por ello el por lo menos no hacerlo del todo mal al dirigir estas dos opciones, o mejor dicho al decantarse por cualquiera de ellas y saberlas compaginarlas es lo mejor posible.
Un beso