Que somos de los países con peor productividad de Europa es un hecho incontestable.
Podríamos entrar a analizar muchos factores al respecto: que si hemos realizado un crecimiento económico basado en el ‘ladrillo’ y el turismo, que si el I+D+i es algo que nunca ha importado a los políticos de este país,…, pero hoy, tras una conversación mantenida en Facebook con un amigo, me he decidido a analizar que parte de culpa han tenido los RRHH de que nuestras empresas tengan tan baja productividad.
Y es que no hay mejor cosa para aprender de los errores que ocurren en las organizaciones que hablar con sus miembros, pero hablar con el fin de solucionar algo y no como mucha tendencia del management de RRHH que es la de hablar por hablar.
Cuando se habla de la baja productividad de las empresas y por ende de los trabajadores, siempre los RRHH achacan que los empleados poseen poco compromiso con la organización a la que pertenecen y eso es la clave. Pero aún siendo verdad, ¿es todo realmente así?
Dudo mucho que un recién licenciado por ejemplo entre a trabajar en una organización y no esté motivado por hacerlo lo mejor que sepa.
Yo creo que la desmotivación o falta de compromiso con su trabajo es debida a dos motivos:
1º Debido al propio mercado laboral nacional.
2º Debido a la propia política de RRHH en las organizaciones.
Los primeros ya son ‘tipical spanish’: precariedad laboral, temporalidad, remuneraciones menores que en otros países,… Pero lo que analizaré hoy son los segundos.
En general la sociedad en la que estamos se ha vuelto conformista con la idea de que prima el mínimo esfuerzo, o mejor dicho, realizar lo mínimo para que las cosas salgan. Aquello de que en el colegio se calificase como ‘progresa adecuadamente’ al que sacaba un 10 y al que sacaba un 5, ¿era motivador?
Pues creo que algo similar ha pasado en nuestras empresas. ¿Quién no conoce a alguna persona que no le haya dicho que en su empresa han ascendido a fulano o mengano pese a que todo el mundo sabe que es un vago, o porque es pariente de…, o por cualquier otra circunstancia ajena a su adecuada productividad en el trabajo que desempeña?
Se ha extendido como la pólvora la cultura de que da igual lo que trabajas si lo que realmente importa es como te lleves con los jefes, con lo cual el que trabajaba poco, ya no trabaja nada y el que producía adecuadamente, se ha cansado y ha dejado de producir.
Con todos mis respetos a los albañiles, nunca he entendido como un aparejador era mileurista en una empresa de construcción y el albañil cobraba 3.000 euros al mes.
Las políticas retributivas del ‘café para todos’ donde se remunera igual por puesto, con independencia de la productividad de cada persona, nos han pasado la factura ahora.
Y en esta situación si que han tenido que ver y mucho los RRHH (departamentos). Como forma de premiar en muchas organizaciones, que no en todas, se han empleado criterios ajenos a la productividad. Horas presenciales en la organización frente a horas realmente productivas, relaciones personales con un elemento de la organización y no con otro, acatamiento de órdenes sin rechistar frente al diálogo y crítica constructiva,…
Se han ascendido a miembros que sobradamente sabido por el resto no se los merecían lo que ha contruibuido a que el resto de la organización se haya desmotivado y bajado en su productividad.
Y es verdad que el dinero en el tema laboral no lo es todo, sino que para mucha gente el desarrollo profesional unido al crecimiento personal es fundamental para el compromiso con su organización y creo que por desgracia es donde nuestras organizaciones han fallado: no han sabido o no han querido valorar el esfuerzo de los miembros y han preferido criterios más subjetivos de promoción y cuando esto ocurre y la subjetividad entra a jugar un papel importante en el desarrollo profesional la cosa sólo deriva en DESMOTIVACIÓN.
Autor: Jose Luís Del Campo Villares