Una de las cualidades de un líder en una organización es la capacidad de movilizar a los miembros de la misma y que sigan sus directrices sin poner en duda lo que diga y como lo diga.
Claro está que no es la única cualidad del liderazgo pero, a fin de cuentas, en los últimos tiempos parece que es la que más importa: ‘movilizar a las masas’.
Por desgracia, cada día que pasa estoy más convencido de que es imposible que se hable de líderes en dos facetas de la vida, como son la política y la religión.
Y es que para que el líder sea tal, es necesario que los miembros de su organización deseen ser liderados y sepan que significa y eso, por desgracia, no se está dando.
A veces me he preguntado en este blog por la falta total de liderazgo que envuelve a nuestra sociedad y siempre cargando contra la figura de los ‘no-líderes‘ que tenemos. Pero hoy creo que voy a ‘cargar’ contra la otra parte, los liderados.
Viendo los mítines políticos, da igual el color (¡¡que penita!!) o viendo las manifestaciones de líderes religiosos, cada día que pasa me creo más que no queremos ser liderados, sencillamente queremos ser adoctrinados o lo que es peor, ser aborregados.
El ser liderado implica mantener un pensamiento común dentro de la organización buscando el buen fin último de la misma y lo que está claro es que actualmente no queremos eso, queremos sólo nuestro bien particular y no el bien general. Y es ahí cuando solemos hacer dos cosas: o ponemos nuestro pensamiento al servicio del ‘mal líder‘ y creamos con el un pensamiento único, con lo cual pasamos a ser adoctrinados, o bien dejamos de tener pensamiento de cualquier tipo y que sea lo que el líder diga. Es decir, o nos adoctrinamos o nos aborregamos.
Pero en ambas situaciones incumplimos nuestros deberes y derechos de liderados, con lo cual tampoco tenemos el derecho posterior de queja o reclamar al líder por su actuación, ya que, cuando pudimos poner nuestras ideas al servicio de la organización renunciamos a ello.
La crisis actual se profundiza aún más porque se ha dado la conjunción de ambas cosas: unos líderes nefastos y unos liderados que les vamos a la zaga.
El poder nace en el pueblo y es para el pueblo y los líderes por lo tanto son escogidos por y para el pueblo. Si éste no actúa según estas premisas, el poder del pueblo debe cambiar al líder, pero no es el caso. A sabiendas de que nuestros nefastos líderes lo hacen mal preferimos seguir adoctrinados o aborregados y seguir en la rueda, con lamentaciones y quejas que no conducen a ningún lado.
Liderar significa necesariamente mirar por el buen fin de los miembros de la organización y no sólo de unos pocos. Ser liderado es renunciar a los objetivos individuales en aras de conseguir el bien de la organización. En ambos casos estamos fallando. ¿Quién debe de tomar medidas el líder o los liderados?
Tenemos los líderes que nos merecemos.
Me alegra que alguien de acuerde de los seguidores y de su importancia.
Buenas Alejandro.
Tienes muchíiiisima razón. Todo país tiene el gobernante que se merece cuando no hace nada por evitarlo, y los que tenemos nosotros en todo el arco político, extenso y de variado color, es nefasto. ¡¡No merecemos otra cosa!! la verdad sea dicha 🙁
Un saludo