Me niego a creer que alguien de vosotros no tiene en su organización alguien que cumpla el perfil del ‘adorador de píldoras’.
Es decir, aquel que no es que precisamente brille por su excelente trabajo (cantidad y calidad), ni que se lleve precisamente bien con los compañeros (salvo los superiores) y que por único mérito tiene el de alabar todo lo que su jefe en la organización hace o dice.
A lo largo de mi trayectoria profesional siempre me he encontrado con algún personaje como este en todas las empresas en las que he prestado servicios. Y es que es innato en las organizaciones, yo creo que no existiría una organización como ‘Dios manda’ si no existe el adorador, entendámonos, el pelota o vulgarmente conocido como ‘trepa‘.
Y si os preguntáis porque he tocado este tema hoy, os diré que es fruto de una conversación con un amigo consultor a raíz de las próximas elecciones municipales y autonómicas que habrá este año y de la nueva política formativa que quiere hacer el Gobierno con los desempleados, o sea, formación implicará ayudas económicas.
Se quita a los desempleados sin prestación la ayuda de los 426 euros, pero a cambio recibirán una cuantía similar siempre y cuando decidan relizar acciones formativas encaminadas a la recolocación.
Y siento personificar en especial en personas pero la ocasión se lo merece.
¿A qué aspiran los parados con esta formación, a ser ministros?
Más que nada lo digo porque ya conozco dos casos, un ingeniero y un contable (ambos con estudios universitarios y más de 15 años de experiencia profesional), que se van a apuntar a esos cursos para poder disfrutar de la ayuda económica. ¿Necesitan realmente esa formación que van a recibir? Más que nada me lo pregunto porque visto lo visto, cualquiera puede llegar a ser cargo político, incluso ministro en este país, sin tener formación universitaria (léase Ministro de Fomento, Ministro de Trabajo o Presidente de una CCAA).
¿Por qué fueron elegidos para esos cargos en su momento? Dudo mucho que por la formación. Más bien creo yo, por la capacidad de ser ‘adoratrices’ de sus superiores, en este caso, políticos de mayor rango. Y es que si hay un claro ejemplo por desgracia hoy en día donde prima el dorar la píldora es en los cargos políticos y en todos los amigos que ‘revolotean’ alrededor de ellos.
Como ya dije, no existe organización si no existe ‘adorador‘, con lo cual me surge una pregunta: ¿de quién es realmente la culpa, del adorador que se mete en la rueda del sistema organizacional o del adorado que le encanta rodearse de adoradores y en definitiva de ‘mierda’ como si tuviese el síndrome de Diógenes?
Y aquí es donde está a mi modo de ver la clave de nuestras organizaciones y del hecho de que seamos el país de la OCDE con peor productividad empresarial, y trasladado a la política, el país que peor valoremos a los políticos: que preferimos colocar en puestos de nuestras organizaciones a gente afín, adoradora, pelotas o trepa, en vez de poner a gente válida, productiva y con talento.
Me hace gracia cuando dicen las empresas que se preocupan por conservar el talento en sus organizaciones. ¡¡MENTIRA!! No conozco a ningún jefe que prefiera a un empleado talentoso pero potencialmente conflictivo por su capacidad crítica (pero que pueda aportar mucho valor a su organización) a otro que sea fácilmente domesticable, aguante con todo lo que se le mande y aún encima sea dorador.
Con lo cual, la mayor parte de culpa no está en los adoradores, sino en quien los prefiere en la organización.
Malo del país o de la organización donde quien manda formarse no está formado o de quien dirige no quiere a gente para dirigir, sino que prefiera a gente para mandar.
Hola José Luis:
Buen post, aunque yo matizaría lo siguiente. Pelota para mi es un adulador sin más y trepa es la versión chunga del pelota el pelota pelotea, el trepa además de eso «jode». Hecha esta acalaración estoy muy de acuerdo contigo aunque aunque te parezca raro yo prefiero al talentoso que al domesticable, pero puestos a elegir me quedo con el talento que sea capaz de compartir y no con el talento chulesco o conflicitivo que puede dañar mucho también a una organización.
Entre el blanco y negro hay muchos perfiles, pero de acuerdo en que el talento mola más.
Un abrazo
Me encanta la puntualización que haces, entre adulador y trepa, uno aspira al bien propio mietras que el otro aspira al bien propio a costa de joder al prójimo, jejeje y es cierto que ese matiz no lo reflejé bien 🙂
Yo me quedo con el talentoso, a riesgo de ser conflictivo, porque soy de la máxima de que por ejemplo, raramente nos encontramos con niños malos (que alguno hay) sino que lo que veo es que hay malos padres.
Pues en esto igual, no es que haya personal conflictivo, sino que el superior no sabe sacar provecho de esa conflictividad en beneficio de la organización.
Un abrazo
¡Qué gusto me daría estampar este artículo en alguna que otra cara! 😀
Así me gusta, ver que has empezado el año con energía. 🙂
Yo soy de los que cree que una de las más grandes mentiras del management de RRHH es la de ‘que se preocupan por el talento de sus organizaciones’, ¡¡Mentira!! La única preocupación es por tner una vida laboral tranquila y sin preocupaciones, por lo tanto, ¿qué mejor que tener adoradores en tus filas?
La organización se irá a pique, eso si, sin sobresaltos 🙂
Un abrazo amigo y Feliz 2011 🙂
Ante estas acertadas reflexiones, me pregunto: ¿Quién cuelga el cascabel al gato?
Dentro de las organizaciones y ante la probable miopía interesada de quién toma decisiones, habrá que estudiar, en quién recae esta acción de desenmascarar las actitudes complacientes y cual es el posible beneficio de ese rol no siempre agradable.
Si nos ajustamos al principio de que toda acción provoca necesariamente una reacción; ¿realmente está la organización preparada, para asumir las acciones criticas con reacciones acertadas y mesuradas? ¡Gran dilema!
Buenas amigo.
Me gusta tu reflexión y añadiría algo más, ¿qué ocurriría si la organización llega a correr el riesgo de desaparecer por abundar más de lo necesario comportamientos como este? ¿Quién depura responsabilidades? ¿El que mismamente quiere ser adorado?
Son pescadillas que se muerden la cola y que tienen dificil solución.
Deberemos de esperar a que los jefes del futuro, muchos de ellos aun en la escuela adquieran valores e ideales que mejor no aprendan de los jefecillos actuales y que en muchas organizaciones actuales las han llevado a estar como están.
Estamos a tiempo de formar nuevos líderes y no jefes para el futuro, el caso es que no se nos corrompan por el camino, 🙂
Un abrazo