Cuando hemos tomado una decisión ante dos posibles alternativas, diferentes sensaciones nos pueden invadir: alegría por haber acertado, tristeza por elegir la opción equivocada, ansiedad por desconocer si la otra opción hubiese sido mejor, euforia al comprobar que no nos equivocamos,…. Casi siempre son sensaciones o sentimientos contrapuestos que por un lado nos condicionan el comportamiento y el carácter y por otro nos mediatizan para las tomas de decisiones futuras.
Pero, ¿qué ocurre cuando se sabe de antemano que las dos posibles opciones de decisión son malas?
Es decir, si una decisión no es la buena y la otra no produce tampoco nada positivo. Depresión, inutilidad, insatisfacción, ansiedad, tomar la conciencia de que hagas lo que hagas no es que te equivoques, es que es imposible el que aciertes. Esto solo conduce a una dejadez total a la hora de tomar las decisiones porque el contar con 0% de posibilidades de acertar, el estímulo y esfuerzo por analizar las diferentes opciones a decidir desaparece.
Y pongamos un ejemplo concreto para escenificar el caso y que es de clara actualidad: ¿Irás a una huelga general apoyando por lo tanto al colectivo sindical que la promueve y que a todas luces lleva 7 años sin preocuparse por los derechos de los trabajadores y solo quiere defender sus privilegios? ¿No irás a la huelga lo que significa el respaldar una reforma laboral claramente perjudicial a los trabajadores y que supondría respaldar al gobierno que la ha promovido?
Si vas a la huelga, defiendes un colectivo que siempre ha buscado el lucro propio y no el de los trabajadores a la vez que castigas al Gobierno. Si no vas a la huelga, estás castigando a los sindicatos por su dejadez en la defensa de los trabajadores durante años pero eso significa el apoyar una reforma que atenta contra los derechos de los trabajadores.
Decisión primera, mala. Decisión segunda, mala.
Me gustaría que meditases la cuestión planteada hasta aquí y ahora te preguntases que sensaciones experimentas.
Lo habitual que pasará es que entre las dos opciones sopeses cual es la que peor resultado puede dar y la rechaces (aquello de lo malo y lo peor), pero no me negarás que el ya de partida saber que hagas lo que hagas implica que te equivocas es cuando menos algo deprimente. ¿No podemos ver alguna alternativa a ambas posibles decisiones que sea cuando menos no perjudicial?
Desesperación, fatiga mental, ansiedad o depresión, sensación de no haber luz al final del túnel, …, todos estos sentimientos son los únicos que nos encontraremos presentes ante una toma de decisiones en la cual las alternativas son todas negativas.
Una acción pasiva (no decisión) es aquella en la que no puedes ejercer influencia o modificar.
En ambos casos que planteas no puedes modificar lo que no te gusta, al menos a corto plazo y sin esfuerzo.
En los escenarios donde se relaciona el poder con el «pueblo» existe una balanza que es la opinión pública, el sentir colectivo, el pensamiento de la «masa». Mientras uno u otro bando sienta que la opinión pública le favorece, se sentirán ganadores.
Y en este juego de evangelización de posturas, lo indicado es presentar propuestas para volcar esa balanza.
Ir o no ir a la huelga es una acción pasiva. Porque se espera que «otro» haga lo que se tiene que hacer.
Puedes ir a la huelga (o no) pero decides dar un paso más: escribes un post evangelizando hacia la postura que consideras correcta. Eso sí es decidir, porque la decisión implica un cambio interno que se proyecta, para modificar algo modificable, con coraje y sentido de servicio al «pueblo».
Sentarte a pensar en ir o no ir es una acción pasiva parecida a ir al cine. Decidir es hacer una película, o cambiar la manera actual de ver películas (por ejemplo, dejar de ir al cine por un home cinema).
Buenas Mercadder.
Yo creo que la cosa se complica aún más de como tu comentas, ya que en este ejemplo el no actuar, es tomar una decisión, ya que si se decide el hacer caso omiso a la convocatoria de huelga, es realmente ir en contra de la misma. Creo que no hay pasividad en esta ocasión. Puedes definirla como que las opciones son más o menos activas, pero no cabe la opción de adopta una postura pasiva.
Aún así, la idea de una tercera alternativa se antoja necesaria en esta ocasión porque cuando dos opciones son ‘guatemala y guatapeor’, lo que nos queda interiormente es una ansiedad importante.
Un saludo
Hola a ambos. Mi opinión es que ambas postiras se constriñen al pensamiento estructurado. en todos los ámbitos de la vida hemos de tener en cuenta el llamado «pensamiento divergente», o lateral, o creativo… (Tiene muchos nombres).
Tanto si vamos a la huelga, como si decidimos no ir, el resultado es independiente de la intención o los motivos para hacer una u otra cosa. El pensamiento lateral o divergente nos aporta otras opciones, por ejemplo, hacer patente y público nuestro motivo para ir o para no ir a la huelga, por ejemplo, manifestándonos aparte de los huelguistas, con una pancarta que deje claro que no apoyamos su convocatoria y los motivos de esa falta de apoyo. Y a la vez expresar, también publicamente que estamos en contra de la reforma laboral que atenta contra tus intereses.
En la mayoría de las ocasiones, la mejor decisión para tí es aquella que sigue tus propios objetivos y no los que te marcan los demás.
Un saludo