La Economía Tradicional cojea a la hora de calcular lo que vale una empresa de la Nueva Economía o mundo 2.0
Muchas han sido las corrientes económicas a lo largo de la historia que han ido surgiendo y que se empleaban, entre otros aspectos, para saber el valor de una empresa, sobre todo si la idea de esta era la de salir al mercado bursátil.
El concepto de Nueva Economía surge a finales del siglo pasado, donde autores como Díaz de Sarralde (2000), Guillermo de la Dehesa (2000) o Pampillón (2001) hablan de ella al referirse a las nuevas empresas que surgen al calor del cambio tecnológico (revolución Digital), del cambio estructural (globalización y sostenibilidad), del cambio político (pensamiento neoliberal y socialdemócrata) y del cambio social (concepto de Sociedad del Bienestar frente al Estado del Bienestar).
Pero lo cierto es que la evolución de este tipo de empresas ha sido muy diferente a lo que se esperaba. Muchos de los aspectos de los que hablaban estos autores y que veían a estas empresas no como una ruptura con la Economía Tradicional sino como una tendencia en aumento en la que esta era necesaria, han quedado desfasados.
Y uno de ellos, que considero de mucha importancia, es el de la valoración de una empresa, de lo que realmente tiene en ‘sus balances’, de lo que vale cara a sus accionistas si quiere salir en bolsa.
Así, por ejemplo, Guillermo de la Dehesa en 2000 indicaba como que la idea de que las reglas contables y de valoración que se aplicaban a las empresas cotizadas no servían para la Nueva Economía era totalmente falsa, ahondando en que una empresa puede ser valorada por el número de sus clientes o de sus ventas, pero valorar sus costes sigue siendo imprescindible. Y el tiempo ha demostrado que se equivocaba. Muchas empresas de la Nueva Economía actuales presentan un valor que, ni de lejos, emplea balances o estados financieros, ni otros criterios que empleaba la Economía Tradicional.
Las incubadoras de empresas, de gran auge al final de la década pasada, introdujeron como punto fundamental para la valoración de empresas y con ello captar inversores, la de valoraciones de cifras de negocio a futuro (más o menos cercano) en base a ‘potenciales clientes’ (la globalización amplia el mercado potencial), a la aparición de nuevas tendencias (que luego se vio que duraban lo que duraban) y a diferentes estudios realizados ‘ad hoc’ de grandes cifras que pronosticaban el éxito en todos estos proyectos.
Pero lo cierto es que cuando sale una ‘startup’ hablando de su éxito, lo que no se muestra son las otras 200 ‘startups’ que se han quedado por el camino y que han tenido inversores que han visto su capital reducido a humo.
Las empresas de la Nueva Economía han conseguido aumentar su valor en base a aspectos que no contemplaba nunca la Economía Tradicional, como indicadores de reconocimiento de marca, nivel de engagement en redes sociales, incluso en base a los seguidores en estos perfiles. Ya no importa las partidas del Activo como existencia, activo fijo, tesorería,… Son empresas donde lo más potente de su balance es ‘lo intangible’, lo que la Economía Tradicional denominaba como el ‘Inmovilizado Inmaterial’. Todas estas partidas tienen el valor que la empresa les quiera dar y son en las que descansa la valoración de la empresa de cara a los accionistas.
Grandes proyectos han tardado muchos años en tener cifras realmente viables, tras a lo mejor 4 o 5 rondas de captación de financiación de inversores. Y ahí viene ‘el arte’ de este tipo de empresas que las aleja de las de la Economía tradicional: mientras que las empresas ‘de toda la vida’ tenían un valor en base a su cifra de negocio, cartera de clientes, activos en propiedad, … las de la Nueva Economía es en base a ‘proyectos futuros’ (inciertos) que, en muchos casos, son tremendamente difíciles de valorar.
Por todo ello si que considero que la idea indicada antes de Guillermo de la Dehesa de que este tipo de empresas emplearan los mismos criterios para calcular su valoración que las empresas tradicionales, no se ha cumplido.
Es más, se ha dificultado más con la aparición de las ‘Criptomonedas’. El que haya empresas de la Nueva Economía que presente un valor en base a estas nuevas monedas, en ocasiones parece como una forma aun más enrevesada de maquillar lo que realmente vale. No en vano, este tipo de monedas digitales se aproximan más a un ‘negocio piramidal’ que a una moneda que se pueda emplear para calcular el valor de una empresa.
La duda que me surge solamente es la de: ¿han sido los criterios de la Economía Tradicional los que no han sabido adaptarse a las empresas de la Nueva Economía o han sido estas las que se han alejado voluntariamente de los métodos habituales para calcular su valor y aumentarlo en muchos casos para la captación de nuevos inversores en base a ‘vender humo’ en muchas ocasiones?
Lo que vale una empresa de la Nueva Economía o mundo 2.0, se ha alejado por completo a los criterios de la Economía Tradicional.
Autor: Manuel Octavio del Campo Villares. Profesor de la UDC (Universidade da Coruña).