Todo aquello que puede tener una parte oculta no deja de ser un hueco por el que entren muy diferentes percepciones de la realidad. La realidad no deja de ser la imagen que nosotros mismos nos creamos de lo que percibimos. Por ese motivo, la realidad debe de ser creada con las mayores fuentes de información posibles para ser lo más próxima a lo que debería ‘ser en realidad’. Pero como es algo subjetivo en el ser humano, una realidad no tiene por qué ser percibida de la misma forma por varios individuos. Realidad y percepción subjetiva se unen dándonos a cada una determinada imagen de lo que es para cada uno de nosotros la realidad.
Con esto no digo que haya varias realidades, sino que lo que hay son diferentes percepciones subjetivas de una misma realidad. Cada uno de nosotros tiene una propia historia interna y unos mapas mentales creados que hacen que las percepciones de una misma realidad sean sustancialmente diferentes.
Lo mismo ocurre con el mundo 2.0. Lo que se percibe en el mundo 2.0 está condicionado a las fuentes de información que tenemos y, por lo tanto, condicionadas a ellas de una forma clara. Esto significa que la realidad 2.0 puede ser manipulada de una forma más sencilla que la realidad 1.0 donde los sentidos y fuentes de información son mayores en número que los que proporciona el mundo 2.0.
El mundo de las redes sociales no deja de ser una vuelta de tuerca más que lo que planteaba en el primer párrafo: te haces una imagen 1.0 de la realidad en base a una información (más reducida que la que da el mundo 1.0) que facilita el mundo 2.0. Y es donde aquí a mi modo de ver estamos teniendo en la actualidad un grave problema. Mucha gente en el mundo 2.0 no presenta la realidad de forma idéntica a la que aparece en el mundo 1.0, sino que la transforma de forma intencionada o de forma inconsciente y es lo que luego hace que el que la percibe se encuentre con una realidad que dista bastante de la realidad 1.0. La falta de medios para conseguir información en el mundo de las redes sociales hace que empleemos filtros indicadores de realidades que los hemos estandarizado como ‘verdaderas realidades’. Es decir, si vemos una persona que en Twitter tiene 20.000 seguidores, presumimos que es un verdadero ‘fenómeno’ social, que aporta valor en lo que comparte y, además, que en el mundo real es una figura destacada. Y digo yo, ¿qué tendrá que ver el burro con la albarda?
De la misma forma, cuando hablamos de un reclutador que está reuniendo información de un candidato vía redes sociales el hecho de que este tenga 100 tweets en un año o de que tenga 50.000 tweets desde su cuenta ¿podría dar una imagen ‘real’ de cómo es esta persona? Lo cierto que como realmente no podemos conocerlo (mundo 1.0), fijamos filtros que nos permitan crear una realidad 2.0 de como es el candidato: si tiene 100 tweets en un año es una persona no muy locuaz y puede que introvertida y si tiene 50.000 tweets en un año es una persona sociable y de lo más participativa. Y lo siento decir, pero esto es un gran error.
Extrapolar realidades percibidas en el mundo 2.0 a comportamientos o realidades que se dan en el mundo 1.0 es una soberana estupidez. Cualquier puede coger un libro de citas y programar en su cuenta Twitter una cada hora lo que haría que al final del año tuviese unos 10.000 tweets en la cuenta pero ninguno de ellos supone interactuar con la gente, ¿cómo podemos decir que ese candidato por ese indicador (número de tweets) es locuaz o sociable?
Y aquí quiero echar un capote a los reclutadores: las realidades 2.0 nunca podrán sustituir a las realidades 1.0. Sirven para conseguir más datos que permitan conformar la realidad de un candidato, pero nunca pueden servir como medio de determinar la realidad de como es.
Solo un consejo: la realidad 2.0 se debe de quedar en el mundo 2.0 mientras que la 1.0 siempre será más próxima de la realidad que cualquiera podamos percibir. La realidad 2.0 es más fácil de manipular que la realidad 1.0 y, por lo tanto, llevar a mayores errores a un reclutador.
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