Hoy volvemos a ese mundo de los pequeños para poder sacar enseñanzas para el mundo de los adultos, ya que quieras o no, la ausencia de maldad de los niños da enseñanzas más que importantes a los mayores.
Los mayores siempre queremos inculcar a los más pequeños valores y actitudes que consideramos necesarias para su buen desarrollo y formación y que le sea útiles a lo largo de toda su vida. Y muchas veces no nos damos cuenta de que predicamos más de palabra que con el ejemplo.
Si entráis en una cafetería y en la barra os encontráis con una persona que no conocéis de nada e intercambiáis 3 frases, ¿a que no se os pasa por la cabeza el dejarle las llaves de vuestro coche para que de una vuelta?
Entonces, ¿por qué esa manía de inculcarle a los pequeños cuando llevan un juguete al parque que hay que compartirlo con los demás niños y que lo importante es eso, compartir?
Si para cualquiera de nosotros nuestro coche es algo incompartible, para un niño, un determinado juguete puede ser lo más importante del mundo y no lo quiere compartir con nadie, pero nosotros erre que erre con que lo comparta y si no lo hace, aún lo disculpamos diciendo que es ‘que no sabe compartir‘.
No se si será que a medida que crecemos nos vamos volviendo posesivos o bien que tenemos ese vicio tan humano de ‘que se haga lo que digo pero no lo que yo hago’.
Pero el caso es que queremos fomentar en los pequeños actos y valores que ni de lejos nosotros practicamos en nuestro día a día. ¿Dónde se ha producido esa ‘bipolaridad’ por qué no me he dado cuenta?
No me vale con el que un adulto diga que no es lo mismo un coche que un juguete a la hora de compartir, pero el hecho de que incluso puede ser relativamente más importante un juguete para un pequeño que para un adulto un coche.
Yo en este ejemplo en particular me gusta que mi pequeña comparta, pero no intento enarbolar la bandera para que lo haga y mucho menos mandárselo, porque ni yo lo hago ni soy el ejemplo correcto. Me limito a observar y si me pides ayuda se la ofrezco dentro de mis reducidas capacidades, pero siempre teniendo en cuenta que para inculcar valores hay que creer en ellos.
Y este ejemplo es válido para las organizaciones. ¿Cómo quieres fomentar el trabajo en equipo, la consecución de los mejores resultados en un esfuerzo común o que los miembros se involucre al máximo, si cuando algo sale bien sales corriendo a ponerte las medallas sin compartir el éxito?
¿Cómo quieres ser motivador con tu equipo si ni te preocupas de darle unos buenos días, conversar con ellos o pedirles la opinión sobre algo que les atañe?
Inculcar valores en una organización es predicar con el ejemplo, no hacer lo que yo diga y no lo que veáis que estoy haciendo.
Me encantan esos jefes que dicen ‘que lo importante de sus organizaciones es el factor humano’, mientras están intentando reducir al máximo su remuneración, que trabajen menos horas, que trabajen sin disentir de las órdenes dadas,…, lo que demuestra ser una de las grandes mentiras del management de los RRHH.
Promover los valores en una organización implica creer en ellos y la mejor forma de demostrarlo es ponerlos en práctica todos los días.
Muy buen post. Nunca me había parado a pensar en lo de «compartir» en el caso de los niños, pero creo que tienes toda la razón.
Gracias amigo Juan Carlos. Lo cierto es que uno cuando va a l parque y ve como se relacionan los pequeños entre ellos puedes darte cuenta de lo equivocados que solemos estar los mayores 🙂
¿Compartir? Cada vez que se lo digo a mi hija, no a menudo ya que prefiero que sea ella mismas, m e doy cuenta de la tontería que le pido 🙂
Un abrazo
¡Muy bueno, Jose Luís!
Sin duda somos la incoherencia personificada (y me incluyo).
Me ha encantado el ejemplo de compartir el cochecito.
¡Un abrazo!
Jajajaja!!! Gracias amigo Xavi. Y eso que lo de compartir hoy, aunque sea para compartir gastos está de moda, pero de ahi a ofrecérselo al primero que se conoce 🙂
Repetimos nuestros errores e incoherencias cientos de veces por algo somos humanos 🙂
Un abrazo