Todos queremos un trabajo donde podernos desarrollar profesionalmente, creciendo en la dirección que hemos planeado, aprendiendo día a día nuevas tareas. Pero como siempre ocurre, la teoría es muy fácil, pero la práctica no lo es tanto.
Debemos partir del hecho de que el trabajo ideal o perfecto no existe. Porque todos los trabajos, independientemente de que nos gusten o no, van a tener cosas positivas y negativas con las que nos tendremos que acostumbrar a convivir. Siempre que a la hora de ponerlas en la balanza ganen los aspectos positivos, nos merecerá la pena seguir en ese trabajo.
Si, por el contrario, ganan las cosas negativas, tenemos un problema si no sabemos canalizar correctamente esas sensaciones que nos hacen estar a disgusto en el trabajo. Antes de tomar ninguna determinación, debemos intentar cambiar esas cosas negativas o que no nos gustan, teniendo claro que si el problema está en algunas de las tareas que os toca desempeñar, poco se puede hacer; todos los trabajos tienen tareas que nos gustan más que otras. No podemos pretender hacer sólo lo que nos agrada; las cosas no funcionan así en ningún ámbito de la vida.
También estoy de acuerdo en que no sólo los trabajadores nos tenemos que adaptar al trabajo sino que éste también se tiene que adaptar a nosotros; siendo ambos flexibles podrá haber una convivencia adecuada.
Lógicamente, nadie os obliga a permanecer en un puesto de trabajo y tenéis las puertas abiertas para poderos marchar cuando vosotros decidáis. En estos pasados años de bonanza económica, han sido los trabajadores los que tenían la sartén por el mango y podían elegir con más facilidad en unos sectores que en otros. No era como en la época de nuestros abuelos y padres en los que terminaban su vida laboral en la empresa donde habían comenzado, independientemente de que hubiese variedad de trabajos, porque partían de otro concepto.
Sin embargo, pasamos al otro extremo porque los seres humanos no tenemos término medio. Ahora, a la mínima de cambio, vemos que la única solución es cambiar de aires, buscando otra empresa. Hay gente que dura en cada trabajo 6 meses y son los trabajadores los que deciden marcharse por voluntad propia. Pero no hay que olvidar que para poderse hacer una idea del puesto de trabajo y de la compañía en todos sus aspectos, se requiere al menos 1 año de permanencia en el puesto.
La convivencia es complicada en todos los ámbitos, no sólo en el profesional y requiere que aguantemos ambas partes, cediendo unas veces una y otras la otra. La solución no es que en el momento que algo no os guste, cojáis la puerta y os marchéis porque esto se ve muy fácil en las películas americanas de la sobremesa, sin embargo, en la vida real, es diferente.
Está claro que cada situación es un mundo distinto. El verdadero problema existe cuando una parte se mantiene inflexible a cambiar nada y tiene que ser siempre la otra parte la que aguante y apechugue con todo lo que se le viene encima. Porque este tipo de cosas hacen que lleguen las situaciones limites en las que finalmente no queda más remedio que poner fin a la relación por la propia salud de la parte que ha estado aguantando con todo.
Con esto por supuesto no estoy diciendo que todas las personas tengáis que aguantar al menos un año en cada trabajo porque también dependerá de lo que os vendieron o prometieron o de vuestras expectativas. Sin embargo, me gustaría comentar que no sólo nos podemos basar a la hora de decidir cambiar de trabajo en un solo aspecto. Hoy esta muy de moda cambiarse de trabajo solamente porque os pagan más en otra empresa, sin mirar la globalidad de la oferta, porque todo cuenta. Igualmente, cuando uno decide marcharse de un trabajo debe de ser porque globalmente no le compensa estar en su actual compañía y pensar realistamente si esas situaciones van a cambiar.
Lógicamente ahora mismo con la crisis, el estar contento o no en un empleo pasa a un segundo plano y toca cambiar el chip hasta que amaine la situación donde ya podremos ponernos a pensar en retomar la búsqueda activa de cambio de empleo. No digo que haya que paralizarse pero sí que habrá que sopesar mucho lo que salga antes de decidir cambiar porque si la elección sale mal la situación de ahora es mucho más complicada que la de hace un año.
No olvidemos que tenemos que trabajar para vivir y no vivir para trabajar como hacen muchas personas que parece que han olvidado lo realmente importante. El trabajo no lo es todo y tenemos que saber valorar las cosas realmente importantes.
Así que ahora mismo creo que la perspectiva de las personas que no están contentas en sus trabajos debe cambiar y adaptarse a la nueva situación que nos toca vivir. La situación económica en un par de años mejorará (esperemos) y entonces se podrá uno arriesgar mucho más. ¡Ojo! A pesar de la actitud prudente que hay que tener, debemos estar con los ojos abiertos para ver las oportunidades que se nos presenten.
El conservar hoy en día nuestro trabajo es todo un privilegio y, por muy mal que estéis, tenéis trabajo y aun podríais estar peor: os podríais quedar sin él ahora mismo. Y eso nos puede pasar a todos.
Así que debéis desempeñar vuestro trabajo con más valía que nunca y ser egoístas, pensando en vuestra propia supervivencia dentro de la compañía para que continuar siendo necesarios. Lo mejor en estos momentos es hacer bien vuestro trabajo y pasar desapercibidos. Con esto no quiero decir que traguéis con todo, sino que sopeséis vuestra realidad, siendo inteligentes y tomando las mejores decisiones para vuestro futuro.
Porque está claro que podréis ser muy buenos pero aun así, mucha gente lo es también y ahora mismo están en las listas del paro, no porque quieran sino porque no hay ofertas que se adapten a sus perfiles.
Con esto, quiero haceros brevemente todas las perspectivas para que ya decidáis cual es la que más os compensa seguir en estos momentos por vuestro propio interés.